A mediados del siglo XX, en Valleseco, pueblecito del interior de la isla de Gran Canaria en el que las tardes suelen cubrirse de nubes empujadas por los alisios, Félix, niño con ojos de artista, contempla desde la ventana de casa de su abuela el frecuente desfile de paraguas que regresa del cementerio de acompañar el cortejo fúnebre de algún vecino. El niño Félix distingue entonces lágrimas entre las gotas de lluvia...
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